sábado, 28 de noviembre de 2015

Llevan toda mi vida diciéndome eso de que si tú no molestas a las abejas, éstas no tienen por qué picarte. El otro día me contaron que los impulsos de querer morder a alguien en un ataque de cariño es porque nuestro cuerpo necesita el equilibrio entre la ternura desbocada, y por eso necesitamos morderle y hacerle daño. No sé, el caso es que si yo tengo un hijo algún día, le diré que hay tantas abejas ahí fuera que es inevitable la picadura. Que no se le debe olvidar que él sobrevivirá a su aguijón, pero que ella morirá en el acto, que a veces el herido es el que sale ganando y que el tiempo coloca a cada uno en su lugar dependiendo de nuestros actos. Le diré también que si algún día le muerden en un ataque de ternura, que se deje besar después, porque sino no es cariño, es herida. Después le leeré un cuento. Ya entenderá él con el tiempo que le venía a hablar de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario