viernes, 25 de diciembre de 2015

Todo empezó de la manera más loca, más ilógica, menos posible de todas. Ni yo sabría decir desde qué momento exacto, solo sé que desde ese momento el remolino se fue haciendo cada vez más grande, más fuerte. Nunca he sido la mejor en eso de luchar por amor, no quiero decir que no luche por lo que quiera, sino que cuando se trata de personas, siempre he sido un puto desastre. Siempre me temblaron las piernas cuando tuve que admitir que ya había dejado de ser un juego. Que ya no era cuestión de ver una cara bonita. Que sinsentido, ¿no? Cómo somos capaces de querer a algo sin saber el porqué lo empezamos a hacer. Me harté de decir que iba a abandonar, pero nunca fui capaz de hacerlo, y menos mal. Porque después de tanto, después de comerme la cabeza sin encontrar solución, de tantas sensaciones que me obligaban a pensar que lo intentase una vez más, después de tanta gente en contra, sucedió. Como quien dice, cuando ya lo daba casi todo por perdido, pero a la vez, sintiendo que sí. Puedo decir bien alto que lo logré, que ocurrió, que está ocurriendo. Pero, ¿qué hago con todas las sensaciones que siguen sin irse de mí? Sí, satisfacción por haberlo conseguido, no lo niego, pero no es lo único. Está todo lo malo, lo que cada día escuece un poquito más. Lo que nos impide avanzar, nos bloquea, nos acojona. Que no, que nunca fui mujer de tirar la toalla además, ¿cómo voy a dejar de querer a aquello que empecé a querer sin querer?

No hay comentarios:

Publicar un comentario